En una cancha deportiva, habilitada como albergue temporal, se encuentran, hasta le día de hoy, Guadalupe Ortega Montés y su hija Claudia Hernández Ortega. Ambas sobrevivientes del sismo de 7.1 grados, en la escala de Richter, que azotó Jojutla, Morelos. A un costado, su vivienda está en ruinas.
“Fue terrible, pero le doy Gracias a Dios que salimos con vida” Comenta Guadalupe. Una mujer de aproximadamente 50 años, a quien, a pesar de su situación, se le puede ver esbozar una sonrisa. Mientras su hija Claudia se encontraba laborando como persona de limpieza en una escuela privada, cercana a su vivienda, Guadalupe cuidaba de sus dos nietos pequeños el día del sismo. Ella narra:
“El sismo me agarró adentro de la casa con mis dos nietecitos. Ellos veían caricaturas en la televisión, cuando vi que empezó a sacudirse la casa y a caerse las tejas del techo. No pensé que fuera a ser como fue. Entonces, nos metimos debajo de una litera porque me dije: “Si camino con ellos les puede caer una teja, o a mí, en la cabeza y ahí quedamos”. Estuvimos debajo de la litera. Cuando vi que empezaron a caerse las paredes, entonces dije: <Ay, Dios mío> Pensé si no moríamos aplastados, moriríamos asfixiados por tanto polvo. Gracias a Dios el polvo no fue mucho. Pasando el temblor, mis nietos y yo caminamos sobre los escombros, quería sacarlos pero no pude porque la puerta estaba cerrada, atascada con el escombro. Comencé con mis manos a quitar la tierra. Mi casa era de adobe, al derrumbarse la tierra era mucha. Mientras hacia eso, mis nietos estaban llorando. Luego llegó mi hija llorando y gritando: <¡Mamá, mamá!> Le respondí: <Estamos bien> ”
Claudia agradece a dos jóvenes universitarios que, a pesar de encontrarse en medio del caos que los derrumbes y el polvo provocó esa tarde, se detuvieron a ayudarla para liberar a su madre, hijo y sobrino. Antes que ella llegará a su domicilio, los jóvenes ya estaban auxiliando a su familia. Uno de ellos sufrió una lesión en la pierna, mientras derribaba la puerta de madera, al caerle un pedazo de techo.
La mala racha de Claudia empezó hace siete meses. Antes de trabajar como persona de limpieza en la escuela privada que hoy está en ruinas, ella trabajó en el Refugio para la Mujer, el cual depende del Ayuntamiento de Jojutla y fue cerrado en junio. Durante todo ese tiempo no recibió el sueldo correspondiente a su profesión de enfermera. A pesar de haber presentado una queja con el contralor municipal, la regidora encargada del refugio no le pagó los sueldos atrasados. Tampoco la tesorera de la dependencia le pagó los viáticos que, con dinero propio, Claudia costeó.
“Yo confié en ellas y nada más me robaron.” Sentencia la hija de Guadalupe antes de romper a llorar. Su mirada se fija en nosotros, en sus ojos se puede ver tristeza, enojo y frustración. Cada sueldo perdido es una injusticia para ella y la familia a la cual debe llevar alimentos.
Sin casa ni fuente de trabajo que les ayude a sobrevivir, Guadalupe espera que la promesa del Presidente de México, quién visitó el día miércoles 20 de septiembre al municipio de Jojutla, se cumpla. Le dijeron que les apoyarían en la reconstrucción de su vivienda, pero tendrán que esperar y el proceso puede llegar a ser largo. Nadie les dio una fecha exacta.
Al final de nuestra conversación con ambas mujeres, Guadalupe cuenta que uno de sus nietos, al saber que en algún momento podrían recibir ayuda para construir su vivienda, le confesó a su abuelita que él no entrará a ninguna casa que no tenga una litera. Para el menor, como para Guadalupe, ese mueble les salvó la vida. El pequeño lo tiene muy presente. Ellas más.
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